martes, 27 de marzo de 2012

"DESDENES" HUAYNO ESTRIBILLO

De mineral en mineral   
la suerte me va llevando 
y con este andar errante 
mi triste vida terminaré  




"DESDENES" Huayno de M. Gutiérrez, 1930



El minero de los Andes 
Una aproximación a su estudio 
HERACLIO BONILLA  
INSTITUTO   DE   ESTUDIOS   PERUANOS

ESTRIBILLO DEL HUAYNO QUE SE ENCUENTRA EN LA PAGINA 11



















"HURAÑA TIERRA" HUAYNO

Cerro, porque eres ingrato  
para los hijos de tu seno  
vas regalando tus riquezas  
de tu profundo cariño  


Hoy el triste obrerito  
trabaja lleno de martirio;  
agotado mucho en la mina  
con ese polvo venenoso  


El oro y la plata corren  
sin esperanza ninguna,  
así son mis paisanitos  
trabajan al son del pito



(Estribillo) 


Por fin tierra donde nací  
eres protector del extranjero  
tu dinero vas regalando  
ni las gracias tu recibes


La percepción de la naturaleza de su explotación.



El minero de los Andes 
Una aproximación a su estudio 
HERACLIO BONILLA  
INSTITUTO   DE   ESTUDIOS   PERUANOS

HUAYNO QUE SE ENCUENTRA EN LAS PAGINAS 31 Y 32






"CHILINDRINA" CACHASPARI,

Con el valor de mi "pago"  
Pan de Milán comeremos 
donde Villaorduna, luego, 
"Copa de Oro" tomaremos  


Aunque después sin remedio  
sólo miraré mi "ficha"  
cuando no tenga ni "medio"  
para un vasito de chicha. . 
.  
Año tras año, ay, china  
mi vida así voy pasando  
padeciendo en la mina  
en la calle "lagarteando"

La  precariedad  de  la  condición  material



El minero de los Andes 
Una aproximación a su estudio 
HERACLIO BONILLA  
INSTITUTO   DE   ESTUDIOS   PERUANOS

CACHASPARI CANTADO POR EL CLUB JUVENTUD APOLO EN LA NOCHE DEL 31 DE DICIEMBRE DE 1937
SE ENCUENTRA EN LA PAGINA 30












"LOS PAYADORES" HUAYNO DEDICADO A LOS MINEROS DE MOROCOCHA

Minero, triste minerito 
alegra tu corazoncito 
alivia tus tormentos 
entonando tus lamentos 



Letra del estribillo de un huayno cantado en el  campamento minero de Morococha en 1933.



El minero de los Andes 
Una aproximación a su estudio 
HERACLIO BONILLA  
INSTITUTO   DE   ESTUDIOS   PERUANOS
Estribillo del Huayno que se encuentra en la  página 28






"MIS LAMENTOS" HUAYNO MOROCOCHA 1931

Muro, muro, lagunita que fue  
sabedora de mis penares  
donde depositaba con fe 
mis más íntimos pesares.  



Con tus aguas te llevaste  
mis más dulces esperanzas  
y en el pecho me dejaste, 
las más negras esperanzas  


Así, cuando yo me muera,  
de la mina en sus entrañas  
mi alma, que te venera  
te contará mis hazañas. . .


La frustración y la fatalidad del destino del minero:

El minero de los Andes 
Una aproximación a su estudio 
HERACLIO BONILLA  
INSTITUTO   DE   ESTUDIOS   PERUANOS

Huayno  que se encuentra en las paginas 30 Y 31





"TRISTEZAS" MULIZA DEDICADO AL PUEBLO DE MOROCOCHA

Morococha, tierra fría  
de nevada cordillera 
cuántas penas ¡ay! escondes 
en las winchas y tajeos 

La amargura de mi vida  
refleja  mi lamparita  
en rincones de los cuadros  
y en frontones ya dejados 

Si supiera mi jaujinita  
la suerte de los mineros  
murallas de amor haría  
al contorno de mi Jauja  

 (Estribillo) 

Penas y suspiros  
son mis alimentos 
me vas consumiendo 
Morococha helada 

La soledad, la tristeza, el dolor y la miseria de los mineros de Morococha.

El minero de los Andes 
Una aproximación a su estudio 
HERACLIO BONILLA  
INSTITUTO   DE   ESTUDIOS   PERUANOS
Muliza que se encuentra en las paginas 29 y 30

viernes, 23 de marzo de 2012

LA HUELGA DE OCTUBRE DE 1929 EN MOROCOCHA

DE LOS MINEROS DE LA SIERRA CENTRAL Y LA MASACRE DE MAL PASO DE JORGE DEL PRADO.

La paralización fue  total e inmediata aunque no exenta de dificultades puesto que la compañía norteamericana no había reconocido hasta entonces el derecho a la huelga,  contando para ello con el respaldo de las autoridades “peruanas”.  

De ahí que la lucha tuviera, desde el comienzo, un marcado carácter político-social.  Se luchaba no solo por mejorar las condiciones de
vida y trabajo sino por el reconocimiento de los más elementales derechos de reclamación y de organización sindical.   Además se trataba de una lucha no contra cualquier empresa capitalista sino contra la más poderosa empresa norteamericana afincada en nuestro país.  Se trataba pues, de romper el virtual régimen de  extra  territorialidad impuesto por la empresa.

Capítulo aparte merece la tramitación del pliego.Cabe subrayar que 
el primer gran éxito del paro dirigido por el Comité Central de Reclamos fue haber logrado que la empresa se aviniera a discutirlo.  Surgió entonces un escollo muy serio.  La compañía se negaba en redondo a un aumento salarial. Aducía que las remuneraciones en Morococha eran más altas que las de otros asientos.  En forma ladina accedió a discutir los demás puntos del pliego pero advirtiendo que la solución quedaría sujeta a lo que dispusiera la casa matriz en Nueva York.  En esas condiciones, suscribieron una primera acta de compromiso los representantes de la empresa, los representantes de los obreros y el prefecto del departamento, aunque la empresa, como veremos luego, ocultó su intención de burlarlos.
Estando las cosas así, llegó el 12 de octubre, fecha en la que Leguía asumiría por tercera vez la Presidencia de la República en forma fraudulenta.  Gestión que habría de transcurrir en el contexto de la gran crisis cíclica del capitalismo, a iniciarse pocos días después.

Se endureció entonces, nuevamente, la posición de la empresa.  Fue
alargando el tiempo sin resolver ninguno de los puntos del pliego. El gobierno adoptó  varias medidas de la misma naturaleza. Envió a
Morococha un contingente represivo de cien soldados con la consigna de “contener los desmanes de la indiada”.  Luego destituyó al prefecto Romaña que se había mostrado dispuesto a conciliar con los trabajadores, reemplazándolo por un incondicional de los gringos apellidado Arrieta.

Finalmente, se puso de acuerdo con la empresa para trasladar  la discusión del  pliego a la gerencia general de la Cerro que funcionaba en Lima.  Esto último obligó a los miembros del Comité Central de Reclamos a viajar a la capital, ocasión en que se produjo el memorable encuentro personal de José Carlos Mariátegui con  los compañeros del Comité.

José Carlos consideró entonces la necesidad de elevar, en Lima, el nivel de apoyo a los compañeros mineros.  Simultáneamente, consiguió que la organización de Morococha designara como su delegado ante la CGTP (Confederación General de Trabajadores del Perú) a Julio Portocarrero, secretario general de la central.  

 José Carlos Mariátegui y la delegación de trabajadores mineros de Morococha, Santa Beatriz, octubre de 1929. 


Por último, consideró conveniente que yo viajara a Morococha a fortalecer las tareas que venían realizándose allí. Mientras se preparaba ese viaje me integré al equipo de asesoramiento del
Comité Central de Reclamos, participando en sus gestiones y en sus
contactos sindicales.  Habiendo conocido a Mariátegui en mi condición de artista revolucionario y habiendo conversado con él sobre la compatibilidad entre mi vocación estética y mi activismo político, recibí en esta ocasión el espaldarazo del Amauta para dedicarme fundamentalmente a las tareas organizativas de los trabajadores.  Se tuvo en cuenta para ello mi anterior trabajo en tareas similares en el Callao.  

Al mismo tiempo, Mariátegui intensificó su correspondencia con los
camaradas vinculados a las comunidades del valle del Mantaro y a las organizaciones populares del departamento de Junín, instándolos a proporcionar respaldo activo a las luchas reivindicativas de los trabajadores del subsuelo.

La tramitación del pliego llegó a su etapa final y se suscribió de nuevo un acta en la cual la empresa se comprometía a resolver favorablemente las peticiones sobre condiciones de trabajo, pero soslayando nuevamente el aumentos de los salarios.  No se trataba pues de una victoria completa, pero sí de un avance importante que sentaba bases más  sólidas para continuar la lucha una vez que la comisión regresara a Morococha.

A esta situación responde la  carta que José Carlos  envió el 16 de noviembre de 1929 a Moisés Arroyo Posada, radicado en Jauja.  Entre otros conceptos,expresa en ella: 

Muy bien su posición clara y precisa.  Excelente y oportuno el volante solicitando la solidaridad de Cerro de Pasco, La Oroya, etc.para sus compañeros de Morococha.  Ha estado en Lima el Comité de  Morococha pero no ha conseguido el éxito que esperaba en sus gestiones.  La empresa se niega a conceder el aumento y el gobierno, por supuesto, la ampara.  Lo que interesa ante esto es que los obreros aprovechen la experiencia de su movimiento, consoliden y desarrollen sus organizaciones, obtengan la formación en La Oroya, Cerro de Pasco y demás centros mineros del departamento de  secciones del sindicato.  No deben caer por ningún motivo en la trampa de la provocación.  A cualquier reacción desatinada seguiría una represión violenta.  Eso es probablemente lo que desea la empresa.  La lucha por el aumento quedaría solo aplazada para volver a ella en un  momento más favorable con acrecentadas fuerzas.

Terminaba la carta refiriéndose a las proyecciones de la tarea, indicando la necesidad de formar sindicatos tanto en la fundición como en los otros centros mineros para integrar con ellos una federación del sector en la que podrían tener cabida también sindicatos de oficios varios, sindicatos agrícolas y comunidades.  Consideró necesario, además, que la proyectada federación de trabajadores mineros metalúrgicos del Centro fuera el punto de partida de una federación minera del Perú.

José Carlos comprendía, sin embargo, que la tarea iba a ser particularmente difícil puesto que en aquellos días operaban en contra la influencia de la empresa sobre el gobierno y los efectos perniciosos de la crisis del sistema.

Ya se hacía sentir en el Perú, como en toda Latinoamérica, las consecuencias de la quiebra de la Bolsa de Nueva York.  Surgían signos muy claros de creciente inestabilidad en el régimen de Leguia traducidos en descontento popular y en frustradas conspiraciones contra el gobierno.
En esa coyuntura, la empresa norteamericana optó por desconocer  la validez del pacto que había suscrito con el Comité Central de Reclamos.  Y el gobierno no tardó en ponerse a tono con semejante ofensiva, endureciendo aun más su conducta represiva.  Eso explica por qué precisamente del 11 de noviembre de 1929 la policía del régimen allanó violentamente el domicilio de Mariátegui en la calle Washington y lo arrestó en su domicilio.

Para aquilatar el sentido del atropello, extraemos  un párrafo de la carta que escribiera a José Carlos a su amigo Samuel Glusberg refiriendo el hecho. Luego de informarle que al momento del allanamiento él se encontraba con dos amigos, dice:

El gobierno que acaba de imponer a los mineros de Morococha, después de una huelga, la renuncia al aumento que piden, defiende probablemente los intereses de la gran compañía minera Cerro de Pasco Copper Corporation.  Y se aprovecha el raid contra las organizaciones obreras para hostilizar a  artistas y escritores de vanguardia que ayudan a mantener Amauta.
Consecuentemente el Amauta y sus colaboradores, lejos de intimidarse, intensificaron su respaldo al movimiento minero. 

Por eso es que en la carta a Arroyo Posada, escrita apenas levantado el arresto domiciliario, insiste en sus recomendaciones de mayor solidaridad.  Reanudar la lucha por aumentos salariales y otras reivindicaciones pendientes, es la orientación que traza.
Trabajadores mineros de la sección carpintería, nótese la presencia de niños como obreros. 1930. Estudio Pecho Luna. Morococha 1930. 


En Morococha comienza la gran lucha por los reclamos mineros 
 y se dan el gran paso para el Gran Congreso Minero.
Así teje Morococha la gran historia minera de nuestro País.


Enlace Los mineros de la Sierra Central y la Masacre de  Mal paso de Jorge del Prado 

Enlace Foto José Carlos Mariátegui y la delegación de trabajadores mineros de Morococha,
 Santa Beatriz, Octubre de 1929

Enlace Foto Trabajadores mineros de la sección carpintería, nótesela presencia de niños como obreros. 1930. Estudio Pecho Luna. Morococha 1930 

viernes, 2 de marzo de 2012

EL HUNDIMIENTO DE LA LAGUNA DE MOROCOCHA

LA COCHA QUE DEJO DE SER COCHA.
DE LOS MINEROS DE LA SIERRA CENTRAL Y LA MASACRE DE MAL PASO DE JORGE DEL PRADO.


El hundimiento de la laguna de Morococha ocurrió un 5 de diciembre de 1928. Hasta ese día la laguna de Morococha formaba parte de la vertientes andinas ubicadas en la cordilleras de Ticlio.
Cerro de Pasco Corporation : topógrafos junto a la compuerta de la laguna Morococha

La causa de aquella catástrofe no se podrá conocer nunca con exactitud. La comisión que nombro el gobierno de Leguia para investigar lo acontecido se limito a recoger y hacer suyo el testimonio interesado del superintendente de la empresa , la cual alegaba que los hundimientos son tan imprevisibles y naturales como los terremotos o los huracanes. Los hechos, sin embargo, establecen una criminal responsabilidad en la compañía explotadora.Demuestran en efecto que el afán desaforado de extraer mineral en grandes cantidades y al menor costo, indujo a la compañía a trabajar dos galerías superpuestas cercanas al fondo de la laguna abriendo al mismo tiempo una “chimenea” entre ambas galerías sin apoyarse para ello en un estudio técnico. Los ingenieros norteamericanos cometieron entonces un error de trazo que provocó una primera grieta y dio finalmente lugar a la catástrofe.

La grieta se produjo en la parte cenagosa de la laguna 25 días antes de lo ocurrido. Luego una violenta precipitación de fango y piedras cubrió completamente el cuerpo del ayudante de motorista Máximo López,
causándole una muerte espantosa. Era el más claro aviso del peligro que se avecinaba.
Uno de los contratistas norteamericanos advirtió a sus superiores lo que ocurría y ese mismo día abandonó el trabajo.

Poco después se produjo otro hundimiento, esta vez de diez metros cuadrados que tampoco tuvo importancia para los altos jefes de la compañía.
Para los obreros peruanos, basándose en sus conocimientos empíricos, eso significaba la inminente catástrofe. El otro contratista norteamericano también abandonó el trabajo. Eso fue un día antes. Cuando el hundimiento se produjo, la grieta se convirtió en un gigantesco embudo por donde virtualmente se “chuparon” las aguas, inundando por completo las dos galerías y arrastrando en un torrente de piedras y barro a los trabajadores que laboraban en los dos niveles.

Conocida la catástrofe, llegaron a Morococha las autoridades políticas y policiales del departamento, y al día siguiente el viceministro de Gobierno. La compañía los alojó en su confortable ciudadela de Tucto, reservada a los altos funcionarios norteamericanos. Lo único que logró esta comisión fue un compromiso de la empresa de indemnizar con 50 soles a los familiares de cada trabajador muerto. Los heridos quedaron librados a su suerte. En la contabilidad de los fallecidos no figuran los muertos “no oficiales”. Es decir, aquellos trabajadores que solían registrar su trabajo diario no a la hora de ingresar en él sino a la salida,
práctica impuesta por la empresa para prolongarles ilimitadamente su jornada laboral sin abonar sobre tiempos.

Amauta y Labor, denunciaron públicamente la responsabilidad de la empresa yanqui en ese horrible suceso. Pero Mariátegui y sus colaboradores no se limitaron a eso sino que emprendieron de inmediato la tarea de organizar a los trabajadores mineros en defensa de su vida y de sus más sentidas reclamaciones. Operando a través de los agentes distribuidores de ambos órganos de prensa que actuaban también como sus corresponsales en la zona, dieron los primeros pasos en ese sentido a través de una fluida correspondencia con Mariátegui y Ricardo Martínez de la Torre. 
En Morococha desempeñaban esa labor Gamaniel Blanco, Adrián Sovero y Héctor Herrera; en Goyllarisguizga, Mateo Cueva; en Malpaso, José Montero.
Titular del semanario Labor denunciando la catástrofe minera del 05 de diciembre de 1928 


Mariátegui no exigía a esos compañeros crónicas extensas y bien redactadas. Recomendaba únicamente información veraz y una expresión franca de sus opiniones y sentimientos. Al mismo tiempo que los incentivaba a sentar sólidas bases de la organización sindical y de actividad política revolucionaria
a partir de los problemas concretos de cada lugar. 

Simultáneamente promovía la solidaridad de los trabajadores de todo el país con las luchas del
proletariado minero. Es así que en el Nº 5 de Labor, correspondiente al 15 de enero de 1929, se publicó con titulares llamativos un extenso artículo sobre “Las condiciones de trabajo en las minas”, el cual termina con la siguiente conclusión: ”si los trabajadores mineros estuvieran en posibilidad de usar su derecho de asociarse y organizarse, ya habría encontrado la vía de sus reivindicaciones y una legislación al respecto ya estaría en marcha” … agregando: “la clase trabajadora de la capital y del puerto no pueden permanecer indiferentes mientras tanto frente a la situación de sus hermanos, los obreros de las minas”.

A partir de la tragedia de Morococha, la tarea organizativa se concretó primero el 20 de enero de 1929 con la fundación de la Sociedad Pro Cultura Popular. Ese día se reunieron en el Club Movilizables Nº 1 de Morococha los trabajadores Gamaniel Blanco, Adrián Sovero, J. Castillo y otros. Eligieron como presidente a Blanco, como secretario general a Sovero y como su representare en Lima a Ricardo Martínez de la Torre.

Gamaniel Blanco fue director de los centros escolares obreros que funcionaban en Morococha. Maestro de profesión, nacido en Cerro de Pasco, dio muestras desde muy temprano de una aguda sensibilidad artística pareja a su sensibilidad social. Antes de trabajar en las minas fue un entusiasta animador de las fiestas costumbristas, así como del progreso social del pueblo cerreño. Escribió mulizas y huainos que se hicieron muy populares. En la década del 20 participó en un raid automovilístico entre Cerro de Pasco y Lima con el propósito de demostrar la factibilidad de una carretera que uniera ambas ciudades pasando por la cordillera de La Viuda. Como dirigente obrero no tardó en convertir el local de los centros escolares en punto de reunión de la Sociedad Pro Cultura Popular y de la actividad sindical proyectada a toda la región. Como agente y corresponsal de las publicaciones que editaba Mariátegui, su capacidad de convocatoria se hizo
cada vez más grande en aquellos días. 
José Carlos Mariátegui y la delegación de trabajadores mineros de Morococha, Bosque de Matamula, octubre de 1929. De derecha a izquierda: Ricardo Martínez de la Torre, Jorge del Prado, Gamaniel Blanco, José Carlos Mariátegui, Alejandro Loli, Abel Vento, Ramón D. Azcurra y Adrián C. Sovero.


Adrián Sovero, por su parte, era un calificado trabajador. Antes de ser activista sindical fue pastor protestante, función que desempeñó con amplitud de criterio, granjeándose gran simpatía en ese numeroso sector creyente de la población. Tanto sus correligionarios como los trabajadores de otras creencias veían en él a una persona que podía guiarlos hacia una vida mejor. Era un ferviente defensor de la justicia social y de la soberanía nacional, lo que determinó que sus actividades como pastor fuesen siendo reemplazadas gradualmente por las tareas reivindicativas y por la labor política de clase, sin que nada de esto lo llevara a romper vínculos con su comunidad religiosa. Habiendo tenido yo que cobijarme en su domicilio varias veces, pude apreciar de cerca los cálidos sentimientos de solidaridad que supo cultivar en su esposa, su madre y otros familiares. Todos proporcionaron siempre apoyo resuelto a sus actividades.

En ese ambiente, la Sociedad Pro Cultura Popular fue asumiendo funciones sociales cada vez más importantes. En el curso del año 29, con posterioridad al hundimiento de la laguna, las condiciones de trabajo y de vida de la región se hicieron cada día más duras. Desde el exterior se hacían sentir los primeros síntomas de la crisis más profunda del sistema capitalista posterior a la Primera Guerra Mundial. Crisis que alcanzó su máxima expresión con la quiebra de la bolsa de valores de Nueva York, ocurrida el viernes 24 de octubre de 1929 (“Viernes Negro”).
Se trataba formalmente de una crisis de sobreproducción, pero no porque se produjera más artículos que la necesidad de ellos en el mercado de consumo, sino porque los capitalistas, llevados por su desmedido afán de lucro, habría “racionalizado” la producción orientándola a abaratar los costos mediante el reemplazo de mano de obra por maquinarías cada vez más sofisticadas. Como consecuencia, salían despedidos millones de trabajadores, lo que reducía a su vez la capacidad de consumo, generando, nuevos factores de ahondamiento de la crisis. La quiebra masiva de industrias en los países desarrollados determinaba una disminución violenta de la demanda y del precio de las materias primas, cosa que en el Perú afectaba de manera especialmente grave a la producción minera. 

Estando latente la indignación de los trabajadores por el comportamiento de la “Cerro” frente a las consecuencias del hundimiento de la laguna, la casa matriz nombró como nuevo gerente en nuestro país a Mr.
Harold Kinsmill, experto en “racionalización”.Una de las primeras medidas del flamante funcionario fue despedir en Morococha, de manera intempestiva y sin indemnización, a 50 trabajadores, decretando al mismo tiempo para el resto una sensible rebaja de salarios. Ante semejante ofensiva los miembros de la Sociedad Pro Cultura Popular acordaron asumir funciones de un Comité Central de Reclamos, comité que
redactó de inmediato un petitorio de 13 puntos dirigido a la empresa. Se reclamaba en él la restitución de los trabajadores injustamente despedidos y un aumento salarial del 30% equivalente al monto que había sido rebajado, la abolición del sistema de contratos, el reconocimiento del derecho a la indemnización en caso de despido o accidente de trabajo, el cumplimiento de la jornada laboral de 8 horas, la reglamentación obligatoria de los turnos de trabajo y el pago de sobre tiempos y mejoras en las condiciones habitacionales
de los campamentos, atención hospitalaria a los obreros, dotación de ropa y botas de agua, aumento de la dotación de carburo, etc. 
Se consignaba también el derecho de los trabajadores a recibir una gratificación de fin de año, así como la entrega obligatoria de un certificado de trabajo a los obreros despedidos. Demandaba igualmente la no aplicación en las minas de las leyes semi esclavistas de la Vagancia y de la Conscripción Vial . El punto
final de este pliego demandaba a la compañía no ejercer represalias contra los integrantes del Comité de Reclamos.

Formaban parte de este comité Gamaniel Blanco, Adrián Sovero, Alejandro Loli y Enrique Saravia. El documento fue legalizado y, ante la negativa de la empresa de recibir el pliego, copia del mismo fue entregado al prefecto del departamento.
Para potenciar esta primera acción ante la actitud renuente de la empresa, el comité convocó a una asamblea de trabajadores, la que decretó un paro general en respaldo al pliego.

Así se da paso a la GRAN HUELGA DE 1929 EN MOROCOCHA. 

Con el hundimiento de la Laguna de Morococha se escribe una nueva historia minera en el Perú. Comienza allí entonces un ardo caminar de luchas y sacrificios que dieron los parámetros de la minería en nuestro país. 



Enlace del documento
Los mineros de la sierra central y la masacre de Mal Paso de Jorge del Prado
http://www.jornaldearequipa.com/del%20prado%20los%20mineros%20de%20la%20sierra%20central.pdf

Enlace de la foto
Cerro de Pasco Corporation : topógrafos junto a la compuerta de la laguna Morococha
http://fotos.pucp.edu.pe/fotos/ver/61932/2314/2

Enlace de la foto
Titular del semanario Labor denunciando la catástrofe minera del 05 de diciembre de 1928.
http://victormazzihuaycucho.blogspot.com/2010/06/jose-carlos-mariategui-y-los.html

Enlace de la foto

José Carlos Mariátegui y la delegación de trabajadores mineros de Morococha, Bosque de Matamula, octubre de 1929. De derecha a izquierda: Ricardo Martínez de la Torre, Jorge del Prado, Gamaniel Blanco, José Carlos Mariátegui, Alejandro Loli, Abel Vento, Ramón D. Azcurra y Adrián C. Sovero.
http://victormazzihuaycucho.blogspot.com/2010/06/jose-carlos-mariategui-y-los.html