viernes, 23 de marzo de 2012

LA HUELGA DE OCTUBRE DE 1929 EN MOROCOCHA

DE LOS MINEROS DE LA SIERRA CENTRAL Y LA MASACRE DE MAL PASO DE JORGE DEL PRADO.

La paralización fue  total e inmediata aunque no exenta de dificultades puesto que la compañía norteamericana no había reconocido hasta entonces el derecho a la huelga,  contando para ello con el respaldo de las autoridades “peruanas”.  

De ahí que la lucha tuviera, desde el comienzo, un marcado carácter político-social.  Se luchaba no solo por mejorar las condiciones de
vida y trabajo sino por el reconocimiento de los más elementales derechos de reclamación y de organización sindical.   Además se trataba de una lucha no contra cualquier empresa capitalista sino contra la más poderosa empresa norteamericana afincada en nuestro país.  Se trataba pues, de romper el virtual régimen de  extra  territorialidad impuesto por la empresa.

Capítulo aparte merece la tramitación del pliego.Cabe subrayar que 
el primer gran éxito del paro dirigido por el Comité Central de Reclamos fue haber logrado que la empresa se aviniera a discutirlo.  Surgió entonces un escollo muy serio.  La compañía se negaba en redondo a un aumento salarial. Aducía que las remuneraciones en Morococha eran más altas que las de otros asientos.  En forma ladina accedió a discutir los demás puntos del pliego pero advirtiendo que la solución quedaría sujeta a lo que dispusiera la casa matriz en Nueva York.  En esas condiciones, suscribieron una primera acta de compromiso los representantes de la empresa, los representantes de los obreros y el prefecto del departamento, aunque la empresa, como veremos luego, ocultó su intención de burlarlos.
Estando las cosas así, llegó el 12 de octubre, fecha en la que Leguía asumiría por tercera vez la Presidencia de la República en forma fraudulenta.  Gestión que habría de transcurrir en el contexto de la gran crisis cíclica del capitalismo, a iniciarse pocos días después.

Se endureció entonces, nuevamente, la posición de la empresa.  Fue
alargando el tiempo sin resolver ninguno de los puntos del pliego. El gobierno adoptó  varias medidas de la misma naturaleza. Envió a
Morococha un contingente represivo de cien soldados con la consigna de “contener los desmanes de la indiada”.  Luego destituyó al prefecto Romaña que se había mostrado dispuesto a conciliar con los trabajadores, reemplazándolo por un incondicional de los gringos apellidado Arrieta.

Finalmente, se puso de acuerdo con la empresa para trasladar  la discusión del  pliego a la gerencia general de la Cerro que funcionaba en Lima.  Esto último obligó a los miembros del Comité Central de Reclamos a viajar a la capital, ocasión en que se produjo el memorable encuentro personal de José Carlos Mariátegui con  los compañeros del Comité.

José Carlos consideró entonces la necesidad de elevar, en Lima, el nivel de apoyo a los compañeros mineros.  Simultáneamente, consiguió que la organización de Morococha designara como su delegado ante la CGTP (Confederación General de Trabajadores del Perú) a Julio Portocarrero, secretario general de la central.  

 José Carlos Mariátegui y la delegación de trabajadores mineros de Morococha, Santa Beatriz, octubre de 1929. 


Por último, consideró conveniente que yo viajara a Morococha a fortalecer las tareas que venían realizándose allí. Mientras se preparaba ese viaje me integré al equipo de asesoramiento del
Comité Central de Reclamos, participando en sus gestiones y en sus
contactos sindicales.  Habiendo conocido a Mariátegui en mi condición de artista revolucionario y habiendo conversado con él sobre la compatibilidad entre mi vocación estética y mi activismo político, recibí en esta ocasión el espaldarazo del Amauta para dedicarme fundamentalmente a las tareas organizativas de los trabajadores.  Se tuvo en cuenta para ello mi anterior trabajo en tareas similares en el Callao.  

Al mismo tiempo, Mariátegui intensificó su correspondencia con los
camaradas vinculados a las comunidades del valle del Mantaro y a las organizaciones populares del departamento de Junín, instándolos a proporcionar respaldo activo a las luchas reivindicativas de los trabajadores del subsuelo.

La tramitación del pliego llegó a su etapa final y se suscribió de nuevo un acta en la cual la empresa se comprometía a resolver favorablemente las peticiones sobre condiciones de trabajo, pero soslayando nuevamente el aumentos de los salarios.  No se trataba pues de una victoria completa, pero sí de un avance importante que sentaba bases más  sólidas para continuar la lucha una vez que la comisión regresara a Morococha.

A esta situación responde la  carta que José Carlos  envió el 16 de noviembre de 1929 a Moisés Arroyo Posada, radicado en Jauja.  Entre otros conceptos,expresa en ella: 

Muy bien su posición clara y precisa.  Excelente y oportuno el volante solicitando la solidaridad de Cerro de Pasco, La Oroya, etc.para sus compañeros de Morococha.  Ha estado en Lima el Comité de  Morococha pero no ha conseguido el éxito que esperaba en sus gestiones.  La empresa se niega a conceder el aumento y el gobierno, por supuesto, la ampara.  Lo que interesa ante esto es que los obreros aprovechen la experiencia de su movimiento, consoliden y desarrollen sus organizaciones, obtengan la formación en La Oroya, Cerro de Pasco y demás centros mineros del departamento de  secciones del sindicato.  No deben caer por ningún motivo en la trampa de la provocación.  A cualquier reacción desatinada seguiría una represión violenta.  Eso es probablemente lo que desea la empresa.  La lucha por el aumento quedaría solo aplazada para volver a ella en un  momento más favorable con acrecentadas fuerzas.

Terminaba la carta refiriéndose a las proyecciones de la tarea, indicando la necesidad de formar sindicatos tanto en la fundición como en los otros centros mineros para integrar con ellos una federación del sector en la que podrían tener cabida también sindicatos de oficios varios, sindicatos agrícolas y comunidades.  Consideró necesario, además, que la proyectada federación de trabajadores mineros metalúrgicos del Centro fuera el punto de partida de una federación minera del Perú.

José Carlos comprendía, sin embargo, que la tarea iba a ser particularmente difícil puesto que en aquellos días operaban en contra la influencia de la empresa sobre el gobierno y los efectos perniciosos de la crisis del sistema.

Ya se hacía sentir en el Perú, como en toda Latinoamérica, las consecuencias de la quiebra de la Bolsa de Nueva York.  Surgían signos muy claros de creciente inestabilidad en el régimen de Leguia traducidos en descontento popular y en frustradas conspiraciones contra el gobierno.
En esa coyuntura, la empresa norteamericana optó por desconocer  la validez del pacto que había suscrito con el Comité Central de Reclamos.  Y el gobierno no tardó en ponerse a tono con semejante ofensiva, endureciendo aun más su conducta represiva.  Eso explica por qué precisamente del 11 de noviembre de 1929 la policía del régimen allanó violentamente el domicilio de Mariátegui en la calle Washington y lo arrestó en su domicilio.

Para aquilatar el sentido del atropello, extraemos  un párrafo de la carta que escribiera a José Carlos a su amigo Samuel Glusberg refiriendo el hecho. Luego de informarle que al momento del allanamiento él se encontraba con dos amigos, dice:

El gobierno que acaba de imponer a los mineros de Morococha, después de una huelga, la renuncia al aumento que piden, defiende probablemente los intereses de la gran compañía minera Cerro de Pasco Copper Corporation.  Y se aprovecha el raid contra las organizaciones obreras para hostilizar a  artistas y escritores de vanguardia que ayudan a mantener Amauta.
Consecuentemente el Amauta y sus colaboradores, lejos de intimidarse, intensificaron su respaldo al movimiento minero. 

Por eso es que en la carta a Arroyo Posada, escrita apenas levantado el arresto domiciliario, insiste en sus recomendaciones de mayor solidaridad.  Reanudar la lucha por aumentos salariales y otras reivindicaciones pendientes, es la orientación que traza.
Trabajadores mineros de la sección carpintería, nótese la presencia de niños como obreros. 1930. Estudio Pecho Luna. Morococha 1930. 


En Morococha comienza la gran lucha por los reclamos mineros 
 y se dan el gran paso para el Gran Congreso Minero.
Así teje Morococha la gran historia minera de nuestro País.


Enlace Los mineros de la Sierra Central y la Masacre de  Mal paso de Jorge del Prado 

Enlace Foto José Carlos Mariátegui y la delegación de trabajadores mineros de Morococha,
 Santa Beatriz, Octubre de 1929

Enlace Foto Trabajadores mineros de la sección carpintería, nótesela presencia de niños como obreros. 1930. Estudio Pecho Luna. Morococha 1930 

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