viernes, 2 de marzo de 2012

EL HUNDIMIENTO DE LA LAGUNA DE MOROCOCHA

LA COCHA QUE DEJO DE SER COCHA.
DE LOS MINEROS DE LA SIERRA CENTRAL Y LA MASACRE DE MAL PASO DE JORGE DEL PRADO.


El hundimiento de la laguna de Morococha ocurrió un 5 de diciembre de 1928. Hasta ese día la laguna de Morococha formaba parte de la vertientes andinas ubicadas en la cordilleras de Ticlio.
Cerro de Pasco Corporation : topógrafos junto a la compuerta de la laguna Morococha

La causa de aquella catástrofe no se podrá conocer nunca con exactitud. La comisión que nombro el gobierno de Leguia para investigar lo acontecido se limito a recoger y hacer suyo el testimonio interesado del superintendente de la empresa , la cual alegaba que los hundimientos son tan imprevisibles y naturales como los terremotos o los huracanes. Los hechos, sin embargo, establecen una criminal responsabilidad en la compañía explotadora.Demuestran en efecto que el afán desaforado de extraer mineral en grandes cantidades y al menor costo, indujo a la compañía a trabajar dos galerías superpuestas cercanas al fondo de la laguna abriendo al mismo tiempo una “chimenea” entre ambas galerías sin apoyarse para ello en un estudio técnico. Los ingenieros norteamericanos cometieron entonces un error de trazo que provocó una primera grieta y dio finalmente lugar a la catástrofe.

La grieta se produjo en la parte cenagosa de la laguna 25 días antes de lo ocurrido. Luego una violenta precipitación de fango y piedras cubrió completamente el cuerpo del ayudante de motorista Máximo López,
causándole una muerte espantosa. Era el más claro aviso del peligro que se avecinaba.
Uno de los contratistas norteamericanos advirtió a sus superiores lo que ocurría y ese mismo día abandonó el trabajo.

Poco después se produjo otro hundimiento, esta vez de diez metros cuadrados que tampoco tuvo importancia para los altos jefes de la compañía.
Para los obreros peruanos, basándose en sus conocimientos empíricos, eso significaba la inminente catástrofe. El otro contratista norteamericano también abandonó el trabajo. Eso fue un día antes. Cuando el hundimiento se produjo, la grieta se convirtió en un gigantesco embudo por donde virtualmente se “chuparon” las aguas, inundando por completo las dos galerías y arrastrando en un torrente de piedras y barro a los trabajadores que laboraban en los dos niveles.

Conocida la catástrofe, llegaron a Morococha las autoridades políticas y policiales del departamento, y al día siguiente el viceministro de Gobierno. La compañía los alojó en su confortable ciudadela de Tucto, reservada a los altos funcionarios norteamericanos. Lo único que logró esta comisión fue un compromiso de la empresa de indemnizar con 50 soles a los familiares de cada trabajador muerto. Los heridos quedaron librados a su suerte. En la contabilidad de los fallecidos no figuran los muertos “no oficiales”. Es decir, aquellos trabajadores que solían registrar su trabajo diario no a la hora de ingresar en él sino a la salida,
práctica impuesta por la empresa para prolongarles ilimitadamente su jornada laboral sin abonar sobre tiempos.

Amauta y Labor, denunciaron públicamente la responsabilidad de la empresa yanqui en ese horrible suceso. Pero Mariátegui y sus colaboradores no se limitaron a eso sino que emprendieron de inmediato la tarea de organizar a los trabajadores mineros en defensa de su vida y de sus más sentidas reclamaciones. Operando a través de los agentes distribuidores de ambos órganos de prensa que actuaban también como sus corresponsales en la zona, dieron los primeros pasos en ese sentido a través de una fluida correspondencia con Mariátegui y Ricardo Martínez de la Torre. 
En Morococha desempeñaban esa labor Gamaniel Blanco, Adrián Sovero y Héctor Herrera; en Goyllarisguizga, Mateo Cueva; en Malpaso, José Montero.
Titular del semanario Labor denunciando la catástrofe minera del 05 de diciembre de 1928 


Mariátegui no exigía a esos compañeros crónicas extensas y bien redactadas. Recomendaba únicamente información veraz y una expresión franca de sus opiniones y sentimientos. Al mismo tiempo que los incentivaba a sentar sólidas bases de la organización sindical y de actividad política revolucionaria
a partir de los problemas concretos de cada lugar. 

Simultáneamente promovía la solidaridad de los trabajadores de todo el país con las luchas del
proletariado minero. Es así que en el Nº 5 de Labor, correspondiente al 15 de enero de 1929, se publicó con titulares llamativos un extenso artículo sobre “Las condiciones de trabajo en las minas”, el cual termina con la siguiente conclusión: ”si los trabajadores mineros estuvieran en posibilidad de usar su derecho de asociarse y organizarse, ya habría encontrado la vía de sus reivindicaciones y una legislación al respecto ya estaría en marcha” … agregando: “la clase trabajadora de la capital y del puerto no pueden permanecer indiferentes mientras tanto frente a la situación de sus hermanos, los obreros de las minas”.

A partir de la tragedia de Morococha, la tarea organizativa se concretó primero el 20 de enero de 1929 con la fundación de la Sociedad Pro Cultura Popular. Ese día se reunieron en el Club Movilizables Nº 1 de Morococha los trabajadores Gamaniel Blanco, Adrián Sovero, J. Castillo y otros. Eligieron como presidente a Blanco, como secretario general a Sovero y como su representare en Lima a Ricardo Martínez de la Torre.

Gamaniel Blanco fue director de los centros escolares obreros que funcionaban en Morococha. Maestro de profesión, nacido en Cerro de Pasco, dio muestras desde muy temprano de una aguda sensibilidad artística pareja a su sensibilidad social. Antes de trabajar en las minas fue un entusiasta animador de las fiestas costumbristas, así como del progreso social del pueblo cerreño. Escribió mulizas y huainos que se hicieron muy populares. En la década del 20 participó en un raid automovilístico entre Cerro de Pasco y Lima con el propósito de demostrar la factibilidad de una carretera que uniera ambas ciudades pasando por la cordillera de La Viuda. Como dirigente obrero no tardó en convertir el local de los centros escolares en punto de reunión de la Sociedad Pro Cultura Popular y de la actividad sindical proyectada a toda la región. Como agente y corresponsal de las publicaciones que editaba Mariátegui, su capacidad de convocatoria se hizo
cada vez más grande en aquellos días. 
José Carlos Mariátegui y la delegación de trabajadores mineros de Morococha, Bosque de Matamula, octubre de 1929. De derecha a izquierda: Ricardo Martínez de la Torre, Jorge del Prado, Gamaniel Blanco, José Carlos Mariátegui, Alejandro Loli, Abel Vento, Ramón D. Azcurra y Adrián C. Sovero.


Adrián Sovero, por su parte, era un calificado trabajador. Antes de ser activista sindical fue pastor protestante, función que desempeñó con amplitud de criterio, granjeándose gran simpatía en ese numeroso sector creyente de la población. Tanto sus correligionarios como los trabajadores de otras creencias veían en él a una persona que podía guiarlos hacia una vida mejor. Era un ferviente defensor de la justicia social y de la soberanía nacional, lo que determinó que sus actividades como pastor fuesen siendo reemplazadas gradualmente por las tareas reivindicativas y por la labor política de clase, sin que nada de esto lo llevara a romper vínculos con su comunidad religiosa. Habiendo tenido yo que cobijarme en su domicilio varias veces, pude apreciar de cerca los cálidos sentimientos de solidaridad que supo cultivar en su esposa, su madre y otros familiares. Todos proporcionaron siempre apoyo resuelto a sus actividades.

En ese ambiente, la Sociedad Pro Cultura Popular fue asumiendo funciones sociales cada vez más importantes. En el curso del año 29, con posterioridad al hundimiento de la laguna, las condiciones de trabajo y de vida de la región se hicieron cada día más duras. Desde el exterior se hacían sentir los primeros síntomas de la crisis más profunda del sistema capitalista posterior a la Primera Guerra Mundial. Crisis que alcanzó su máxima expresión con la quiebra de la bolsa de valores de Nueva York, ocurrida el viernes 24 de octubre de 1929 (“Viernes Negro”).
Se trataba formalmente de una crisis de sobreproducción, pero no porque se produjera más artículos que la necesidad de ellos en el mercado de consumo, sino porque los capitalistas, llevados por su desmedido afán de lucro, habría “racionalizado” la producción orientándola a abaratar los costos mediante el reemplazo de mano de obra por maquinarías cada vez más sofisticadas. Como consecuencia, salían despedidos millones de trabajadores, lo que reducía a su vez la capacidad de consumo, generando, nuevos factores de ahondamiento de la crisis. La quiebra masiva de industrias en los países desarrollados determinaba una disminución violenta de la demanda y del precio de las materias primas, cosa que en el Perú afectaba de manera especialmente grave a la producción minera. 

Estando latente la indignación de los trabajadores por el comportamiento de la “Cerro” frente a las consecuencias del hundimiento de la laguna, la casa matriz nombró como nuevo gerente en nuestro país a Mr.
Harold Kinsmill, experto en “racionalización”.Una de las primeras medidas del flamante funcionario fue despedir en Morococha, de manera intempestiva y sin indemnización, a 50 trabajadores, decretando al mismo tiempo para el resto una sensible rebaja de salarios. Ante semejante ofensiva los miembros de la Sociedad Pro Cultura Popular acordaron asumir funciones de un Comité Central de Reclamos, comité que
redactó de inmediato un petitorio de 13 puntos dirigido a la empresa. Se reclamaba en él la restitución de los trabajadores injustamente despedidos y un aumento salarial del 30% equivalente al monto que había sido rebajado, la abolición del sistema de contratos, el reconocimiento del derecho a la indemnización en caso de despido o accidente de trabajo, el cumplimiento de la jornada laboral de 8 horas, la reglamentación obligatoria de los turnos de trabajo y el pago de sobre tiempos y mejoras en las condiciones habitacionales
de los campamentos, atención hospitalaria a los obreros, dotación de ropa y botas de agua, aumento de la dotación de carburo, etc. 
Se consignaba también el derecho de los trabajadores a recibir una gratificación de fin de año, así como la entrega obligatoria de un certificado de trabajo a los obreros despedidos. Demandaba igualmente la no aplicación en las minas de las leyes semi esclavistas de la Vagancia y de la Conscripción Vial . El punto
final de este pliego demandaba a la compañía no ejercer represalias contra los integrantes del Comité de Reclamos.

Formaban parte de este comité Gamaniel Blanco, Adrián Sovero, Alejandro Loli y Enrique Saravia. El documento fue legalizado y, ante la negativa de la empresa de recibir el pliego, copia del mismo fue entregado al prefecto del departamento.
Para potenciar esta primera acción ante la actitud renuente de la empresa, el comité convocó a una asamblea de trabajadores, la que decretó un paro general en respaldo al pliego.

Así se da paso a la GRAN HUELGA DE 1929 EN MOROCOCHA. 

Con el hundimiento de la Laguna de Morococha se escribe una nueva historia minera en el Perú. Comienza allí entonces un ardo caminar de luchas y sacrificios que dieron los parámetros de la minería en nuestro país. 



Enlace del documento
Los mineros de la sierra central y la masacre de Mal Paso de Jorge del Prado
http://www.jornaldearequipa.com/del%20prado%20los%20mineros%20de%20la%20sierra%20central.pdf

Enlace de la foto
Cerro de Pasco Corporation : topógrafos junto a la compuerta de la laguna Morococha
http://fotos.pucp.edu.pe/fotos/ver/61932/2314/2

Enlace de la foto
Titular del semanario Labor denunciando la catástrofe minera del 05 de diciembre de 1928.
http://victormazzihuaycucho.blogspot.com/2010/06/jose-carlos-mariategui-y-los.html

Enlace de la foto

José Carlos Mariátegui y la delegación de trabajadores mineros de Morococha, Bosque de Matamula, octubre de 1929. De derecha a izquierda: Ricardo Martínez de la Torre, Jorge del Prado, Gamaniel Blanco, José Carlos Mariátegui, Alejandro Loli, Abel Vento, Ramón D. Azcurra y Adrián C. Sovero.
http://victormazzihuaycucho.blogspot.com/2010/06/jose-carlos-mariategui-y-los.html

3 comentarios:

  1. Mi abuelo y mi padre fueron mineros en Morococha ellos y muchos más tallaron la esperanza de todo un pueblo, la tallaron desde las profundidades de la utopia comun de los pueblos oprimidos por la insaciable codicia de los del norte. Con sus luces subian el cerro naranja los trabajadores, al final sus luces se hacian una sola, así sera el fin cuando nuestras luces se junten y hagamos un solo resplandor contra la oscuridad de los explotadores extranjeros y nacionales que no les importa la vida de esos hombres valientes, heroes de la patria. Heroes de la patria no son ese miguel grau, ni ese tal bolognesi, u otros tantos militares, lo son ellos, mineros a mucha honra que con su esfuerzo descomunal alimentan y crian no solamente a sus hijos sino tambien a esos "dueños" de las minas que sin hacer nada cada dia engordan y cagan en grandes cantidades.

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  2. LA HISTORIA MINERA DEL PAIS COMIENZA CON LOS HÉROES MINEROS DE MOROCOCHA Y TODA LA SIERRA DE LOS ANDES.
    POR ELLO CUANDO HABLAN DE DESAPARECER MOROCOCHA ESTAMOS HABLANDO DE MUTILAR LA HISTORIA MINERA DEL PERÚ.

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    1. Bella historia, que nos hace reflexionar sobre la vivencias de los Héroes Mineros, que dejaron toda su vida en esos socabones, por el bienestar de sus hijos y de la patria.
      Mi reconocimiento y admiración a todos los trabajadores que laboran en la minas soportando en las alturas el frío inclemente y la soledad al estar lejos de sus familias.

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