Fue una mañana de invierno
y sobre el cielo aun cubría
el triste crepúsculo.
Entonces cuando asome
a mi ventana,
vi cantar un ciego
y una guitarra,
ambos daban pena,
pues parecían vagar por el mundo
causando dolor y tristeza.
De pronto
volví mis ojos a nuestra cama
y gracias a Dios
allí te encontré.
entonces corrí abrazarte
y besarte desesperadamente
como si te hubiese perdido
y te volviese a encontrar;
Y tú sorprendida preguntaste
¿que te sucede?¡que pasa!
y conteste - ya amaneció,
y tus ojos se llenaron
de confusión,
y yo solo pude callar.
Pero lo que en realidad
quise decir
y nunca he de decirte
es que si algún día te pierdo,
estoy tan seguro
que al ciego y la guitarra
he de acompañar.
ARCAVI
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